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Don Juan Francisco Castañeda Popoca, (1816-1898) Parte IV

Continúa.

Juan Castañeda quedó viudo a los 39 años…

Nota del autor:

Durante la elaboración de esta serie de artículos, una y otra vez me he referido al manuscrito de Juan Castañeda, fuente esencial para documentar su vida y escribir este ensayo biográfico. Debo aclarar que por un escrúpulo personal, salvo la cita de frases indispensables, me he abstenido de copiar literalmente el texto del manuscrito. Tanto mi investigación histórica como mi afán de difundir la biografía de don Juan están ajenas al propósito de ganar notoriedad o compensación monetaria. Mi interés fundamental ha sido conocer más sobre su vida. Para ello he buscado el contexto histórico y he intentado llenar las lagunas informativas entre los episodios que el propio manuscrito narra con fechas, nombres y acontecimientos que no solo aclaran, sino también ayudan a entender la fascinante vida de este ancestro mío, también ancestro común de cientos de descendientes. Conservo la íntima satisfacción de realizar este rescate. De no hacerlo, supongo que permanecería en las catacumbas de la oscuridad por muchos años adelante.

RCG

Una reliquia de Juan sin fecha precisa, ca. 1850-1855

En septiembre de 2011, en la ciudad de Pachuca, Hidalgo, México, los Castañeda celebramos una reunión a la que ha asistido el mayor número de familiares en la historia.

Durante este evento, Gonzalo Juan Infante Castañeda, bisnieto de don Juan Francisco presentó una reliquia de familia. El pequeño tesoro es un daguerrotipo de Juan Castañeda que se ha preservado durante más de siglo y medio en una cajita que mide aproximadamente 12 por 18 cm.

Daguerrotipo 1845-1850 probablemente en Toluca, México

Daguerrotipo de Juan Francisco Castañeda Popoca.  Foto cortesía Gonzalo Juan Infante Castañeda.

El daguerrotipo, invento precursor de la fotografía, se dio a conocer en París en enero de 1839 y rápidamente se divulgó por el mundo. En febrero de 1840 un periódico mexicano anunciaba la rifa de un ejemplar del aparato que diseñó el inventor francés Louis Jacques Daguerre.

El ejemplar que contiene la imagen del joven Juan es una placa de cobre recubierta de plata pulida. La imagen nítida y detallada, es pieza única e irrepetible. Fuera de su estuche o caja de protección es frágil. Si se tocara, se dañaría irreversiblemente. Se debe conservar bajo temperatura y humedad regulada, como los negativos de película.

Los daguerrotipos se utilizaron hasta 1860. Fueron sustituidos por placas negativas de colodión húmedo y positivos en papel de albúmina. Los superó la fotografía, invento de 1880. Se conjetura que Juan Castañeda se hizo retratar en México, Toluca o Cuernavaca entre 1850 y 1855 poco antes o después del fallecimiento de su esposa María De Jesús. Este daguerrotipo pasó a manos de su hijo Gonzalo, nacido de su segundo matrimonio, y sucesivamente, a su nieta Carmen y a Gonzalo Juan Infante Castañeda, su bisnieto.

Juan es el único familiar de quien conocemos un daguerrotipo. El siguiente enlace ilustra el proceso para obtener una sola imagen y cómo los sujetos debían permanecer inmóviles mientras la imagen era capturada. Así se obtenía una sola imagen.

http://photohistory-sussex.co.uk/dagprocess.htm

En sus memorias, Juan no mencionó la experiencia de sentarse y mantenerse quieto entre quince y treinta minutos mientras se capturaba su imagen. No obstante, esta reliquia concuerda con otras aseveraciones que sí escribió, y que lo revelan como un hombre inquieto y alerta, interesado en las novedades que surgían en la ciencia y el progreso tecnológico del siglo xix.

El avance de la fotografía no fue ajeno a muchos de nuestros ancestros, a quienes les gustaba fotografiarse. Gracias a esta afición tenemos imágenes de otros ancestros.

¿Cuántos pesos mexicanos le habrá costado a Juan obtener ese retrato entonces? En 1842 un daguerrotipo costaba entre $ 2.50 y $ 4.00 dólares, según el lugar de los Estados Unidos donde uno estuviera. Ese rango de precios equivalía a $ 82.00 y a $ 200.00 dólares de hoy.

Juan a los cuarenta años

Después de haber permanecido viudo catorce meses, nuestro autobiógrafo contrajo matrimonio casi un mes antes de cumplir los cuarenta y un años, el 26 de diciembre 1856. Su segundo matrimonio fue con María Gabina De Jesús Escobar Mojica.

En el acta de matrimonio, el Cura Juan Francisco Domínguez subscribe que después de haber practicado todas las diligencias, estar satisfecho según las testaciones y no haber algún impedimento, casó y veló a Juan Castañeda y María De Jesús Gabina Escobar.

Gabina, doncella de veintidós años de edad, originaria de la Gavia Chica, era hija legítima de Manuel Escobar, difunto, y de Margarita De Jesús Mojica, originaria también de la Gavia Chica.

Hasta la fecha no hemos encontrado el acta de nacimiento de Gabina.

Los padrinos fueron don Ignacio Ocampo González —cura escribe Gonsales—y su esposa, doña María De La Luz Figueroa, ciudadanos de Tetipac.

El acta matrimonial de los contrayentes no dice mucho más que los nombres de los testigos, quienes fueron Guadalupe Zamino de veintiséis años y Alvino Salinas de veintinueve.

27 diciembre 1856 Acta matrimonial Juan Francisco Castañeda Popoca con María Gabina De Jesús Escobar Mojica. Cortesía https://familysearch.org

 

Se sabía que Gabina sobrevivió a Juan, pero no por cuantos años. Mi búsqueda por varios registros fructificó con el hallazgo de su acta de defunción. Gracias a las fichas digitalizadas por familysearch.org entre los registros civiles de Zacualpan asentados entre los años 1900-1903 llegué a saber que Gabina permaneció viuda hasta el 2 de octubre 1902, cuando falleció de litiasis renal y complicación uremia.

Juan y Gabina tuvieron tres hijos; dos barones y una mujer. Sus nombres, fechas e información general son:

Feliz Bernardino. Bautizado por el cura Agustín Gómez en la Parroquia de la Purísima Concepción de Zacualpan el martes 20 de mayo 1859 a los tres días de nacido. Hijo legítimo de Juan Castañeda y María Gabina De Jesús Escobar. Los padrinos fueron don Guadalupe Sámano y doña María Figueroa, vecinos de la Hacienda Nájera.

Como su padre, Bernardino fue azoguero. También fue comerciante de materiales de minería, actividades que lo llevaron al Estado de Hidalgo. Estuvo en el Real Del Monte, en Omitlán y en el Mineral de El Chico. Tuvo numerosa descendencia. Su acta de fallecimiento aún no se encuentra.

Julián Gonzalo de Jesús: Fue registrado civilmente en Temascaltepec, Edo. de México por el juez Bernardino Rodríguez, el viernes 10 de Enero 1868 a un día de haber nacido. Hijo legítimo de Juan Castañeda y Gabina Escobar. Los testigos fueron los ciudadanos Julio De Noria y Juan Escobar. Su nombre eclesiástico nos dice que seguramente fue bautizado, pero existe la posibilidad de que su acta de bautizo se haya convertido en cenizas durante los incendios de parroquias que fueron causados por tropas zapatistas durante la Revolución.

La historia nos dice que un día Gonzalo le pidió a su padre Juan que le contara sobre su vida. Juan le contestó “Voy a hacer algo mejor: te la voy a escribir”. Así fue como nació el manuscrito de Juan Castañeda.

En el primer párrafo, de la página 23 del prólogo al libro Manuscrito de don Juan Castañeda/Diccionario Castañeda 2013, Claudia Infante Castañeda —poseedora de este manuscrito— y su madre, Carmen Castañeda Olea, escriben:

“El manuscrito y la cadena de circunstancias que permite retenerlo hoy en nuestras manos transmiten la emoción con que mi abuelo pidió a su padre que le hablara de su infancia y su pueblo, así como la energía de don Juan Castañeda al escribirlo y el celo extremo que mi abuelo y mi madre pusieron en cuidarlo. Naturalmente el significado personal que tenga para cada uno de los que pertenecemos a la familia Castañeda constituye un capitulo adicional en nuestras vidas que cada uno guardará en su corazón”.

Gonzalo casó sucesivamente con las hermanas Teresa, Carmen y María Luisa Olea. Los tres hijos que tuvo con su primera esposa fallecieron a temprana edad. En cambio, Carmen Castañeda Olea, hija de su segunda esposa, fue la más longeva (1914—2012). Tuvo otros descendientes fuera sus matrimonios.

Después de una ilustre carrera como médico cirujano y maestro de Medicina en la UNAM, memorable hasta este día en la Republica Mexicana y en el mundo, el doctor Gonzalo Castañeda Escobar falleció en la Ciudad de México el 14 de enero 1947, cinco días después de cumplir setenta y nueve años.

Dionisia Pilar Maximiliana: Es bautizada por el presbítero José Ma. Arellano en la Parroquia de Zacualpan el sábado 12 de Octubre 1872, a los cuatro días de nacida. Hija legítima de Juan Castañeda y Gabina Escobar. Los padrinos fueron Antonio Sotelo y Nemesia López.

Dionisia, la menor de sus hijas, nació cuando Juan tenía cincuenta y seis años de edad. Fue profesora de instrucción primaria. Permaneció soltera hasta el día de su muerte en Zacualpan a la edad de treinta y cinco años, el 2 de septiembre 1907. Falleció de neumonía. Como a otros de sus hijos, Juan no la menciona en su manuscrito.

Algo que tal vez nunca llegaré a saber es si Dionisia Pilar Maximiliana y Gabina, su madre, vivieron juntas hasta que Gabina falleció. Otra hipótesis es que Maximiliana viviera a solas o con su sobrino Víctor F. Castañeda quién asentó su fallecimiento en el Registros Civil.

Familia Castañeda Escobar: Sentados iz.a der. Juan Francisco Castañeda Popoca y esposa María Gabina De Jesús Escobar Mojica. De pie iz. a der. Feliz Bernardino, Dionisia Pilar Maximiliana y Julián Gonzalo De Jesús (Dr. Gonzalo Castañeda Escobar). Todos Castañeda Escobar. Foto cortesía Elena Laura Castañeda Islas.  Imagen capturada probablemente entre 1890 y 1898.

Juan a la edad de 43 años

Juan escribió:

“El año 1859 vivía yo en Zacualpan con mi familia, y mi hijo Manuel en Temascaltepec, con su esposa y un niño como de un año. Yo comerciaba acá con mercería que iba a traer a México”.

Cuando Juan dice; con mi familia, se refiere a su nueva esposa Gabina y a los hijos menores de su primer matrimonio. Bernardino, el primer hijo de Juan y Gabina, nació en mayo de ese año. Mi hijo Manuel es José Manuel Ascensión (n. 1838) segundo hijo que tuvo con María de Jesús, su primera esposa. Y, un niño como de un año, nos dice que Manuel y su esposa Josefa Jaimes ya tenían un hijo —registro aún no encontrado— antes que Félix Andrés, quien nació el 29 de noviembre 1960. Félix Andrés habrá fallecido porque los únicos hijos de ese matrimonio que llegaron a la adultez fueron Manuel junior, n. 1867, Justiniano, n.1869, Amador, n. 1871 y Víctor, n. 1973.

En ese corto párrafo Juan dice también que era comerciante aparte de ser azoguero, porque un domingo cuando se disponía a establecer su puesto en la Plaza para vender su mercancía, Marcelo Popoca, su tío, le dijo que no la tendiera porque los pronunciados[1] de la revolución de Ayutla habían entrado a Temascaltepec.

Esta información afectó mucho a Juan porque Manuel Castañeda[2] estaba empleado como administrador de rentas en esa localidad.

Su tío Marcelo le preguntó que si tenía el valor para recibir malas noticias. Más muerto que vivo, Juan le pregunto:

—¿Y qué?, ¿Manuel ha muerto?

—Sí —respondió Marcelo, y agregó:

—Porque Amador Chimalpopoca pasó por Coatepec, y traía una carta de él para ti, un fresadero, y en Malinaltenango le quitó la carta Lagunas, el Jefe de los reaccionarios, y que a él con trabajos lo dejó pasar.

—A este correo yo no lo he visto.

—Pero eso que te digo se lo dijo a Juan Pablo, y éste me lo dijo a mí, y me dijo, que de Manuel se lo había dicho de palabra en Coatepec.

Juan se quedó como un loco y le dijo:

—Ya me voy a Temascaltepec, usted levante la varilla o déjela tirada.

Antes de dirigirse a su casa en Santiago, Juan fue a la iglesia para pedirle a Dios que todo fuera una mentira.

Al proceder con el resto de su historia, Juan hace referencia a la Revolución de Ayutla, reformada en Acapulco, pero este evento ocurrió en 1854. Si Juan nos llama la atención al año de 1859, pienso que los revueltos políticos, guerras y conflictos de los cuales el escribe pertenecen a la Guerra de Tres Años, o Guerra de Reforma que ocurrió entre 1858-1861.

http://www.si-educa.net/basico/ficha624.html

Ensilló su yegua y tomó el camino, pero una de sus hijas, María Josefa —María Josefa Bonifacia, n. 1840 quien contrajo matrimonio con Pragedis Díaz en abril 1860— lo siguió a pie, llorando.

Juan hizo todo lo posible porque ella se regresara a casa, pero fue más fuerte la determinación de la muchacha por saber de Manuel, su hermano.

—No lo dejo ir solo por mas que usted me diga o me haga.

Ya estando un poco lejos, Juan cambió de actitud, se desmontó y abrazando a su hija, juntos empezaron a llorar. Fue un momento tan emotivo que Juan jura que hasta su yegua, al voltear su cabeza hacia ellos, se compadecía también de lo que sufrían.

Manteniendo una conversación al trote de la yegua se preguntaron:

—¿Qué no te da el corazón que esto sea una falsedad?

—Mi corazón está muy triste—me respondió—; yo me conformaría, me consolaría, con que a mi hermanito (de cariño, no de edad) lo hubieran hecho prisionero, o nomás lo encontráramos herido.

Al sentir que yo también camino con ellos, llegaron a los llanos de Jaltepec donde se encontraron con gente que habían ido al tianguis de Almoloya. Juan pregunto si se podría pasar hasta Temascaltepec porque ahí tenía a un hijo con su familia, y le habían dicho que hubo guerra, y que los federales habían tomado a Temascaltepec.

Un individuo le dijo que sí hubo guerra y que había dejado heridos, pero de la toma de Temascaltepec, nada sabía.

Al seguir su viaje y llegar a Texcaltitlán otra persona más informada le dijo:

—De los pronunciados murieron siete. Heridos traen varios; y de Temascaltepec, murieron tres.

—Pues qué, ¿salieron los de allí o los otros entraron?

—Ni los de allí —me respondió— salieron ni los otros entraron, pero las balas de los de afuera, entraron por las claraboyas, y murió don Esteban Ríos, don Felipe Berrueta y el Sargento Salinas.

—¿Y no sabe usted de otro?

—No, me lo hubiera dicho un amigo que está al tanto de lo que pasó.

Con esta noticia, los corazones de Juan y su hija se alumbraron con mucha esperanza. Manuel vivía. Al llegar a Almoloya menos desesperados, decidieron comer algo pues iban en ayunas.

Ninguno de los dos tenía hambre, pero ambos aceptaron comer porque les preocupaba que el otro se alimentara.

Las horas marcharon con ellos hasta llegar a Texcaltitlán, al atardecer, donde Juan propuso que pasaran la noche. Ella le respondió:

—No padre, aunque ande yo de espaldas en la bajada en la noche y aunque llueva no nos hemos de quedar en Texcaltitlán.

—En ese caso, vamos pasando por el pueblo, ahí tengo amigos. Conseguiré un farol de vidrio, compraré velas, cerillos, ocote y tejamanil; no hay luna y en oscuras no hemos de andar exponiéndonos a una caída.

—Eso sí haremos —respondió Josefa.

Pasaron al pueblo y al entrar a la tienda de un conocido Juan pidió por un farol. Su amigo comerciante le dijo que no creía que los hubiera en el pueblo. Ni siquiera él tenía uno.

—Pues deme tanto, de cerillos (ya comercializados), velas, ocote. Y ¿me proporcionará tejamanil? Si es viejo, mejor.

Cuando Juan atendía sus pedidos, Josefa le exclamó:

—¡Padre!, Ahí pasa don Simón Díaz.

Don Simón Díaz, paisano y buen amigo de Juan, entró a la tienda donde Juan y su hija se encontraban. Después de un cordial saludo, Juan preguntó sobre su hijo Manuel. Don Simón le respondió:

—No caminen con la noche. Manuel esta sin novedad.

Entusiasmada, Josefa le preguntó a don Simón:

—¿Cómo lo sabe?

—Porque lo he visto bueno y sano, aunque no le hablé.

—¿Pues qué vestido tiene?

—Una gorra alemana, usada, un pantalón rayado, en pechos de camisa, y ésta es de indiana color de rosa.

—Esto es cierto, padre —me dijo mi hija—; pues ahora con mas razón nos pasamos, porque con esta noticia tenemos gusto y fuerzas para andar. —Y les dijo don Simón:

—La verdad, Manuel aquí está en el pueblo. Se ha venido con nosotros, es soldado.

Probablemente fue Josefa quien exclamó: —¡Bendito sea Dios y alabado!, porque al transcurrir esta conversación, Juan estaba en estado de incredibilidad preguntándose, diciéndose y contestándose; “¿Qué lo que me pasa es un sueño? ¿Qué me habré vuelto loco? ¿No estaré en mis sentidos cabales?” No. Lo que me pasó en Zacualpan en esta mañana, lo que me dijeron fue falso; lo que me dice don Simón es cierto. Me dice que aquí está”.

Josefa expresó deseos de hablar o por lo menos ver a Manuel. Al pasar un oficial cerca de ellos, don Simón le preguntó que si conocía a Manuel Castañeda y en cuál cuartel se encontraba. El oficial apuntó hacia una pieza alta que estaba frente de ellos.

Josefa, entusiasmada, inmediatamente quiso verlo, pero don Simón le dijo:

—No niña, no conviene que tú vayas al cuartel.

Sin hacer caso de lo que don Simón advertía, Josefa agarró a su padre del brazo y con violencia y propósito se dirigieron al cuartel, donde preguntaron:

—¿Está por ahí Manuel Castañeda

—Aquí estoy, ¿quién me busca?

—¡Yo y mi padre, hermanito!, —le respondió Josefa

Sólo nos queda imaginar este reencuentro porque Juan no lo describe; simplemente alude al ánimo sereno y relajado de Manuel, cuyo primer comentario fue qué tan buen rifle tenía y cómo lo limpiaba. Al igual mencionó que tenía hambre y quería comer. Como genios de una lámpara mágica su padre y hermana le consiguieron la cena.

Durante la comida, Manuel explicó como llegó a ser del partido que estaba contra las fuerzas del Gobierno de Santa Anna. Los pronunciados llegaron a Temascaltepec, armaron a los vecinos, entre ellos estaba Manuel.

A diferencia de Manuel, entusiasmado por sus ideas revolucionarias, Juan tenía otras. La primera y más inmediata era extraerlo de las fuerzas militares para que no se sumara a la estadística de los muertos.

Lo primero que hizo fue ir a Temascaltepec por Josefa Jaimes, esposa de Manuel y a dejar a su hija Josefa con el padrino de su esposa Gabina.

Es preciso que haga una digresión para referirme al matrimonio del hijo mayor de Juan.

Josefa Jaimes, esposa de Manuel, era descendiente de irlandeses. Originalmente suponía que Manuel y Josefa contrajeron matrimonio en el año de 1860, pero ahora sé que Manuel, mi tatarabuelo nació en 1838, trabajaba como administrador de rentas en Temascaltepec en 1859 y ya tenía un hijo como de un año. Luego, deduzco que en realidad; Manuel y Josefa contrajeron matrimonio entre 1856 y 1857, cuando Manuel tendría dieciocho o diecinueve años. Hasta mayo de 2015 no he encontrado acta de nacimiento de Josefa Jaimes.

Si Manuel trabajaba y vivía con su familia en Temascaltepec, existe la posibilidad de que haya contraído matrimonio en esa localidad, donde los registros eclesiásticos se perdieron en la quema que los zapatistas hicieron durante la Revolución. Este hecho explica mi dificultad para encontrar su acta de matrimonio.

También ignoro el lugar y fecha de defunción de Manuel; sólo sé que Josefa permaneció viuda hasta que falleció en Zacualpan el 8 de abril 1903. El registro correspondiente dice que tenía cincuenta y tres, dato del que desconfío porque las actas fundadas en declaraciones de terceras personas en esos tiempos contenían errores de diferentes tipos, especialmente cronológicos. Si mi tatarabuela nació hacia 1840 y falleció a la edad de sesenta y cuatro, calculo que tendría dieciséis a diecisiete años cuando se casó con Manuel, edad propia para que una doncella contrajera matrimonio durante esa época.

Licenciado Amador Castañeda Jaimes 1902.  Foto cortesía Elena Laura Castañeda Islas

Licenciado Amador Castañeda Jaimes, nieto de Juan Castañeda,  1902. Foto cortesía Elena Laura Castañeda Islas

Dedicatoria Licenciado Amador Castañeda Jaimes, nieto de Juan Castañeda a su madre Josefa Jaimes septiembre 1902. Foto Cortesía Elena Laura Castañeda Islas.

Un dato interesante es que Manuel Castañeda, mi tatarabuelo paterno, fue medio hermano —aunque treinta años mayor— del doctor Gonzalo Castañeda Escobar. Este parentesco explica por qué el Doctor Gonzalo Castañeda Escobar fue tío del licenciado Amador Castañeda Jaimes, gobernador interino del Estado de Hidalgo en 1912, aunque ambos tenían casi la misma edad. Amador Castañeda fue hijo de Manuel Castañeda y Josefa Jaimes.

En 1902 el licenciado Amador Castañeda le envió una foto a su madre Josefa fechada ese mismo año, y los registros después de 1903 reconocen a Josefa ya difunta.

En sus memorias, Juan no mencionó que hubiera llevado consigo a Josefa, su nuera, pero sí que regresó por Texcaltitlán. Esta vez viajó con Josefa y con Romana, otra de las hijas de su primer matrimonio[3] quien entonces tenía trece años de edad.

Verifica la edad de Romana el siguiente episodio que Juan cuenta:

Cuando volví a Texcaltitlán con Josefa y mi hija Romana, ya la tropa se había ido a Sultepec, en la mañana de ese día. Luego nos pasamos en seguimiento de ella. En el punto nombrado la Boca del Viento se había quedado atrás Romana, y como gritaba una chachalaca tan fuertemente, y mi hija no las había oído gritar ni las conocía, ni sabía que existían tales aves, se espantó, y me grito:

—¡Padre!

Me volví a encontrarla y le pregunte qué sucedía, y me respondió:

—¿Qué no oye usted?

—No te espantes, en una chachalaca. ¿Tú qué pensabas que era?

—Yo pensé que era el diablo.

Nos reímos algo por la respuesta.

Al llegar a Sultepec Juan pidió a unas señoras alojamiento para sus hijas. No le negaron el favor, y con ese alivio, procedió en busca del general Santiago Tapia para suplicarle que le volviera su hijo Manuel pues en Texcaltitlán ya les habían ofrecido entregarlo a don Simón y a él, una vez que hubiera quien lo reemplazara.

No lo encontró donde se alojaba, pero al volver con sus hijas, María Josefa le preguntó:

—¿Usted no encontró al general?, yo hasta ya le hablé.

—¿Y lo paraste en la calle? Qué mal has hecho.

Josefa respondió que el general no era un déspota y que le dijo que les iba entregar a Manuel porque lo que prometía, lo cumplía.

Al siguiente día Juan buscó nuevamente al general. Le permitieron entrar a una pieza donde descansaba acostado. En esa situación, informal y relajada, Juan sentado y el General, acostado, hablaron sobre varios asuntos.

Pienso que el general interrogó a Juan con preguntas estratégicas sobre cómo la gente de ciertos pueblos visitaba a otros, para discernir la relación entre quienes eran liberales y quienes eran reaccionarios. Juan respondió al General todo lo que le preguntaba y ni siquiera tuvo que preguntar acerca de la liberación de su hijo Manuel.

Una vez más Juan regresó al siguiente día determinado a preguntarle sobre el asunto de su hijo y el siguiente intercambio ocurre entre Juan y el general Tapia:

Le dije que Manuel no era posible fuese soldado, que tenía madre y que la apreciaba como todo buen hijo. Era casado y no hacia mucho tiempo: y que si se había presentado a las filas de los liberales, era por el mucho entusiasmo que tenía en favor de la causa que defendían, y que prueba de ella era que [a] los reaccionarios les había tirado en la cara el fusil que le habían confiado. Tampoco había hecho caso perder su destino que tenía en la Administración de rentas de Temascaltepec, teniendo familia; por dos hombres.

Sobre esta presentación el general Tapia me pregunto y respondió:

—¿Por qué?

—Porque en los contrarios hay uno menor, y en los de usted uno más.

—Ojalá, señor, y así fueran siquiera cincuenta —positivamente fue su respuesta—. Pues mire usted, ya le oí a usted; ahora óigame usted. Déjemelo usted, lo veo contento, escribe bien, ha simpatizado con mis ayudantes, y Vesco lo ocupa en escribir. No le paga lo que debiera pagarle, porque los pronunciados estamos pobres. Cuando tenemos consideración a Manuel se le pasan dos y medio reales, mientras a mis soldados los conformo con uno y medio reales. Vesco (un ayudante) lo considera bien, duermen en una pieza, le ha regalado una grande zalea; tiene libertad para pasear, cuando no haya que escribir, y mis soldados todos quedan encuartelados. Déjemelo usted, puede hacer carrera, y pronto la causa que defendemos estoy seguro ha de triunfar. Ahora, si antes llega la muerte, ésta llega al soldado y al que no lo es.

Juan nos dice que durante las conversaciones que tuvo con el general Tapia, él le daba entender que tenía negocio en Taxco, pero Juan se hacia el desentendido. hasta que llegó el momento en que Juan le preguntó directamente:

—Señor General, dos veces me ha preguntado usted sobre si habrá un conducto para Taxco, eso me hace entender tener usted un negocio allí. Entrégueme a mi hijo y mande lo que guste, iré a Taxco. Positivamente tengo un negocio.

—Si usted tiene disposición de ir, venga usted a verme a las doce para entregarle una carta.

Juan regresó más tarde y el general Tapia le entregó una carta y le preguntó cuando regresaría con una respuesta. Juan le dijo:

—Dentro de ocho días.

—Pues bien, vuelva usted y le entregaré a Manuel.

Con adrenalina corriendo por sus venas Juan se puso de pie y con un saludo militar le dijo a Tapia:

—Señor general: Soy muy hombre y cuente con mi palabra, tengo honor y poseo la delicadeza. Solo que muera yo no volveré.

—Pues entonces tome este peso, los liberales estamos pobres, por eso no le doy más. Tenga cuidado.

La carta del general Tapia era para el general Peña.

Por lo que Juan narra en sus memorias se deduce la confianza que le inspiró al general Tapia, quien le regresó a su hijo Manuel antes de que cumpliera la promesa de entregar la carta. Juan dice “Llegamos a Zacualpan muy contentos y con razón: venía Manuel con nosotros”.

Al volver a Zacualpan Juan supo que la carta que Manuel le había enviado y que embargaron en Malinaltenango llegó cuando apenas habían andado tres leguas. Allí Manuel le contaba que había fallecido su hijo, el primer nieto de Juan. También supo que a su tío Marcelo lo reprendió su esposa por haberse precipitado en darle la infundada noticia de que Manuel había muerto.

Juan recibió visitas, a quienes les narró las aventuras y riesgos que él, su hija y sus familiares vivieron en el proceso de des enlistar a Manuel de la lucha armada. Allí lo enteraron de que Vitelo, un caudillo con fama de asesino, controlaba Taxco. Contra el consejo de varios familiares de que no viajara a Taxco a entregar la carta de la que era portador, Juan respondió que cumpliría con su promesa topara lo que topara.

Gabina le preguntó:

—¿Cuál es tu plan?

—Mañana saldremos de Tetipac para Taxco con mi canasta de mercería con el propósito de ir a pedirle al general Peña por un documento que me permita pasar con mi mercancía sin ser molestado a Iguala y otros pueblos.

Esto ocurrió probablemente en el segundo semestre de 1859. Para este entonces ya había nacido Feliz Bernardino, primogénito de Juan y Gabina.

Juan, con su canasta de mercería, llevando a su esposa Gabina montada en una yegua, quien cargaba a una criatura (Bernardino), salió de Zacualpan con el propósito de cumplir su promesa.

Al llegar a Tetipac notaron que Bernardino tenía calentura, motivo por la cual Gabina se quedó con sus familiares. Juan procedió a solas.

En su camino debió responder muchas preguntas, tales como: ¿De que partido es usted?, ¿A que viene y cual es su propósito? Siguiendo al pie de la letra el plan que había concebido, Juan fue consistente en sus respuestas: buscaba al señor general para pedirle un salvoconducto.

Finalmente llegó a la casa del general Peña, lo saludó, puso su canasta en el suelo y empezó a ofrecer su mercancía.

En medio de su actividad comercial, Juan deslizó la carta del general Tapia entre las páginas de un calendario del Negrito Poeta y se la ofreció al general Peña, quien entendió el ardid y se guardó la carta. Ante la presencia de terceros, el General le compró “algunas frioleras” y en lenguaje clandestino dijo a Juan que regresara a las dos de la tarde porque seguramente las señoras quisieran comprarle tijeras o agujas de las que ofrecía en venta.

Juan se presentó puntualmente a la cita. El general Peña lo recibió a solas y le entregó una carta de respuesta para el general Tapia. Aparte de unos detalles para asegurar su regreso, el negocio entre Juan y el general Peña había concluido.

Juan se reunió con su esposa en Tetipac. Bernardino había mejorado y al día siguiente regresaron a Zacualpan, de donde Juan partió camino a Sultepec.

En Sultepec, desde los altos de una casa, el general Tapia lo reconoció y lo llamó con aplausos.

—Mucho cuidado ha tenido por el tiempo que ha dilatado usted para volver.

—¿No dije a usted que solo que yo muriera no volvería?

—Si; pero mi cuidado ha sido no porque desconfiaba que no volvería, si no porque pensaba que no le hubiera sucedido alguna desgracia. Conque no la tuvo usted; viene usted con bien.

—Sí señor —le respondí—, no la tuve.

—Siéntese usted —me dijo, y comenzó a darle lectura a su carta, y cuando concluyo, me dio las gracias, y me encargó que cuando lo volviera a ver, en cualquier lugar, y aunque estuviera con personas de cualquiera clase que fueran, que le hablara, que no tuviera ninguna vergüenza de hablarle; que él apreciaba a las personas por su carácter [y] honradez, aunque sean pobres y no por que las acompañe la fortuna. Que desde la primera visita que tuve con él, le había yo simpatizado; y que cuando llegara la vez que nos volviéramos a ver, que era probable no me conociera; pero con que le dijera mi nombre y que era el padre de Manuel Castañeda, con eso bastaba, pues a Manuel, como lo había acompañado, lo conocía perfectamente.

Sacó de la bolsa dos pesos y me los dio, diciéndome.

—Esto es nomás para mostrarle mi gratitud, no es lo que vale el servicio que ha prestado a la justa causa que defendemos. Ese servicio vale mucho más; pero andamos muy pobres.

—Ahora, señor General, suplico a usted que haga otro nuevo favor, y es que mande usted un documento en que se sirva usted ordenar que a mi hijo Manuel no sea molestado por algún jefe de los liberales, creyendo que ha sido desertado, pues puede suceder que haya quien por tal, lo denunciare.

—Sí, con mucho gusto —me respondió, y mandó escribir un documento dictado por él, en que a los de su mando ordenaba, y a los que no estaban bajo sus órdenes suplicando que ni a Manuel ni a su padre Juan fueran molestados, que habían prestado servicios de consideración a la causa que defendían ellos.

Continuará…

Ricardo Castañeda Guzmán

Edición Rafael Rodríguez Castañeda


[1] Aquellos que pronunciaron en favor del Plan de Ayutla

[2] Manuel Castañeda fue mi tatarabuelo.

[3]. La partida matrimonial del Dr. Reynaldo Escobar Castañeda con Guillermina Aldasoro dice que sus padres fueron Juan Escobar y Romana Castañeda. El Dr. Reynaldo Escobar Castañeda fue sobrino del Dr. Gonzalo Castañeda Escobar porque Romana fue media hermana de Gonzalo veintidós años mayor.  Por otra parte, una persona llamada Juan Escobar fue testigo en el Registro Civil de nacimiento del Dr. Gonzalo Castañeda Escobar.